¿Para qué escribo? Para contar mi historia, una más entre tantas historias de madres, pero no una cualquiera porque es la que me toca. Para contactar madres o padres de la blogósfera, cual botella al mar. Para mantener mi escritura activa. Para registrar momentos mientras mis chiquitos crecen vertiginosamente rápido.

viernes, 25 de noviembre de 2016

De sueño, siestas, despertares y terrores

Si Martin Luther King hubiera sido una madre (Martina, ponele) no hubiera dicho "tengo un sueño" sino simplemente "tengo sueño", o "tengo un sueño bárbaro". Malísimo el chiste, ya lo sé, pero qué pretenden de mis pobres neuronas después de una noche típica con un bebé de un mes y medio... y si a eso se le suma que no es el único niño del hogar, hagan la cuenta de cuánto hace que no paso una noche de descanso como la gente.

Duerme sin problemas (aunque con ruidos de chanchito)
En fin, en realidad no tengo de qué quejarme con Quiqui. Desde que lo trajimos a casa (¡dos! días de vida) duerme más de noche que de día, como si hubiera venido con reloj biológico preprogramado de fábrica. Es dormilón, siestero y pancho. Después de tomar la teta, se vuelve a dormir. Aún así, mis buenas noches con él consisten en un par de tandas de dos horas y media y, con suerte, una horita más de yapa. Lo entiendo, es chiquito y tiene que comer, esto significa: mamá-teta no tiene que dormir. Pero mi peor cansancio no se lo atribuyo a tener un bebé. Tiene que ver con nuestro ritmo de vida que es el que no nos deja descansar. Las redes sociales, el celular, la tele, todo le roba horas al sueño. Y a las ocho menos cuarto de la mañana puede que mi hijo esté durmiendo como un bendito pero el despertador para llevar a la nena mayor al jardín suena igual. No importa si anoche dormí solo 5 horas. O 4. O nada. Y tengo que estar agradecida por mi licencia por maternidad privilegiadamente larga que me permite tirarme a hacer una siestita a la tarde.

Una de las que fue sus últimas siestitas... Ahora prefiere jugar.
Dani, en cambio, siempre fue de dormir poco y mal. Prácticamente no supe lo que era dormir una noche de corrido hasta que ella tuvo dos años y medio. Hasta consultamos con una psicóloga infantil para que nos asesorara. Por suerte, con algunos cambios en su rutina y mucha firmeza (eso sí, sin lágrimas a la hora de dormir, no creo en Estivill), conseguimos que durmiera mucho mejor. Pero este año también dejó las siestas. Y está bárbara con una noche de 9 horas y media, 10 horas, cuando a su edad algunos nenes duermen por lo menos eso más las dos de siesta obligada.

Anoche fue mi hija mayor la que me dio una nueva (y fea) sorpresa relacionada con el sueño. Acabábamos de apagar la luz cuando nos sacudió el alma con un grito de angustia. Fuimos a ver qué le pasaba y la vimos llorando a gritos, muy angustiada, y no nos decía qué le pasaba. Se agitaba, pegaba patadas, y parecía que no nos registraba. Y es que, de hecho, no lo hacía: ahora sabemos que lo que te tocó pasar a Dani fue un terror nocturno, episodio que a veces se confunde con una pesadilla pero del que los chicos no tienen memoria al día siguiente. Estuvimos varios minutos tratando de calmarla hasta que al fin reaccionó y pudo seguir durmiendo. A nosotros nos costó todavía un rato largo volver a relajarnos. 

Lo que pude investigar de los terrores nocturnos es que tienen que ver con la inmadurez del sistema nervioso de los chicos y una alteración de sus ciclos de sueño. Son más raros que las pesadillas, pero en principio benignos y no tienen consecuencias para su salud. No les tocan a todos los chicos: son más frecuentes entre los 4 y los 12 años, y en niños con padres con antecedentes de terrores nocturnos o de sonambulismo (yo tuve algún que otro episodio de caminar dormida de chica). Y suelen ocurrir cuando los nenes se van a dormir muy agitados, o cuando están atravesando alguna situación de estrés. Y este año fue complicado para Dani, con mudanza y hermanito...

En fin, viéndola agitada en sueños, y después cuando se despertó y le dijimos de volver a dormir, ella me tomó la mano y me dijo "contigo" (porque se le pegó el español neutro), me di cuenta de qué chiquita es ella también todavía, de cuánto me sigue necesitando, y de cuántas noches difíciles me quedan atravesar aún hasta que mis hijos crezcan. Y no se puede saltear ninguna etapa. No hay maternidad reloaded que valga en este caso.

1 comentario:

  1. Mi bebe tiene casi dos años, y a menudo tenia terrores nocturnos, luego de investigar mucho al respecto, entendi que era un tema de su dia a dia, hable con la nana, y le pedi que no le dejara ver cosas raras por la tv enel dia, y en la tardecita cuando papa y mama llegan le dedicamos tiempo cuestion de que quede satisfecho con la atencion que le damos, al cabo de par de meses cesaron los terrores y ahora con casi dos años es que casi casi logramos que duerma casi toda la noche!!! pero algun dia sera que ya dormira todita la noche!!!

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