¿Para qué escribo? Para contar mi historia, una más entre tantas historias de madres, pero no una cualquiera porque es la que me toca. Para contactar madres o padres de la blogósfera, cual botella al mar. Para mantener mi escritura activa. Para registrar momentos mientras mis chiquitos crecen vertiginosamente rápido.

sábado, 28 de julio de 2018

Cuando mis hij@s eran un secreto

La noche previa al primer Evatest de Dani, con el futuro Papi Reloaded fuimos a un recital, de los tantos que nos gustaba ver antes de que nuestras noches se transformaran para siempre. Habíamos comprado el test en una farmacia a pocas cuadras del lugar. Después lo metí en mi cartera y disfrutamos de la música. Me acuerdo de haberle dicho "si da positivo, este va a haber sido el primer recital de nuestro futuro hijo". Así fue.
Dos hijos después, esa pancita que en aquel momento
lucía, ya me quedó de recuerdo permanente...
Ese 8 de abril era domingo de Pascua. Me desperté temprano y me hice el test. Me temblaban las manos y las rodillas. Ya había hecho uno el mes pasado y había dado negativo. Veníamos de varios, largos meses de búsqueda. Ya una médica me había dicho que, con mis valores de TSH, "no vas a quedar embarazada, o si quedás los vas a perder en el primer trimestre". Habíamos salido corriendo de ese consultorio, en busca de una segunda opinión. La nueva doctora me dijo que solo tenía que relajarme. Y ese domingo, vi las dos rayitas antes de que el cronómetro marcara los proverbiales dos minutos.
Recuerdo sentirme tan rara, tan rara... ese almuerzo familiar, con Javier nos mirábamos sabiéndonos dueños de un secreto. Después de todos esos meses de búsqueda, ambos habíamos acordado no decir nada hasta pasado el período de mayor riesgo. Igual mi mamá lo supo enseguida, aunque se lo dije muy asustada porque esa semana había tenido un pico de presión alta y tenía mucho miedo de que el festejo no nos durara.
Esas primeras semanas las recuerdo borrosas. De esperar los estudios, de sentir los primeros síntomas (ganas de hacer pis a cada rato y sueño, mucho). De ver la ecografía con la estrellita titilando. De empezar a hablar hacia dentro con ese bebé que comenzaba a formarse, y que presentía varón -me equivocaba. 
Se fueron cumpliendo las semanas, y poco a poco nos animamos a dar la noticia: a mi hermana, el día de su cumpleaños, le dije que su regalo era... ¡un sobrino! A mi suegra y a la familia de Javi, todos juntos aprovechando un cumpleaños familiar. A los amigos, uno por uno a medida que nos encontrábamos. A mi propia familia extendida se lo conté más tarde, porque estaba esperando que mi papá regresara de su viaje (viaje que se prolongó en ausencia definitiva, se terminó enterando por Skype y solo me vio embarazada el día previo a dar a luz). En mi trabajo, lo fueron adivinando mis compañeras con el correr de las semanas. 
Recuerdo el día en que nos hicimos la NT Plus, semana 12, que por primera vez alguien me cedió el asiento en el colectivo. Ahí, mi embarazo definitivamente dejó de ser mi secreto y se transformó en mi orgullo.

Con Quiqui todo fue más tranquilo. No me temblaron las manos al hacerme la prueba, es más, dejé que Javi siguiera durmiendo y lo desperté sonriente, diciéndole "vas a ser papá de nuevo". Yo lo presentía desde una semana antes, cuando un perrito me mordió, me tuvieron que dar un antibiótico y yo le dije a la médica de guardia que cabía la posibilidad de que estuviera embarazada. Me lo cambió por otro. No tenía ni tres semanas de embarazo, pero ya lo estaba cuidando a mi bebé.
Misma ropa, distinto bebé... la panza de Quiqui apareció al toque.
Ese 14 de febrero no se lo dijimos a nadie... mentira, le mandé un mensaje de texto a mi mejor amiga con este mensaje "shhhh... dos rayitas". No me acuerdo cuándo ni cómo fuimos dando la noticia a la familia, aunque la que tardó un poco en saberlo fue Dani, que con tres años y pico se puso muy contenta de que iba a ser hermana mayor. Nos alivió su entusiasmo, aunque comprendimos que ella no tenía ni idea de la que se le venía. En mi trabajo pretendí guardar el secreto, pero mi barriguita incipiente -¡de escasas seis semanas!- y un feroz ataque de náuseas enseguida me deschavaron. Mi papá, de nuevo, fue el último en enterarse: me vio en uno de sus viajes y, sin que le dijera nada, me dijo "es un varón". Él no se equivocaba.

Hoy recuerdo con alegría y serenidad esas primeras semanas, aunque en su momento tuve mucha ansiedad y miedo, sobre todo la primera vez. Entiendo a las parejas que prefieren guardar el secreto, aunque también comparto la urgencia de contarlo que tienen aquellas que enseguida lo hacen público. Como ocurre con otras cuestiones de la mater-paternidad, no hay una única respuesta correcta sino que lo más indicado es hacer lo que cada uno siente.

¿Cómo fueron esos primeros días, cuando supieron del embarazo?

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