No nos digan "feliz día". Hoy es todo menos un día feliz. Hoy es un día de sabor amargo, de grito desde el fondo de la garganta, de ropa negra, de dolor y de lucha. Hoy es el Día Internacional de la Mujer.
Escribí sobre esta fecha hace ya muchos años, siendo una adolescente bastante ingenua y muy enojada. Si quieren léanlo, pero no me enorgullece mucho. Hay tantas cosas que reformularía de aquel artículo. La principal de ellas, hoy no considero que el feminismo sea un pecado, sino la única postura posible a tomar en una sociedad patriarcal donde no es posible mantenerse neutral, ya que si una no se pone del lado del oprimido, está del lado del opresor.
Lo que sí me gusta al releerlo es que de unos años a esta parte, dejó de ser un día de flores, bombones y piropos, y cada vez más mujeres -y algunos hombres- comienzan a abrazar su verdadera esencia: la reivindicación de la mujer trabajadora, la lucha que está tan lejos de terminar por la igualdad de derechos. En ese momento escribí que ojalá no hubiera que festejarlo.
Hoy cada vez son menos los que lo consideran un festejo, y sí una conmemoración. Pero hay que seguir insistiendo.
Mientras siga habiendo una mujer asesinada por su género cada 18 horas en mi país, mientras haya violaciones, maltrato físico y psicológico que tantas aún no se animan a denunciar...
Mientras sigamos ganando menos que los hombres por los mismos empleos, y seamos mayoría en los trabajos precarizados y minoría en los jerárquicos...
Mientras el acoso callejero continúe, e incluso haya mujeres que hayan elegido como presidente a un tipo capaz de sostener públicamente que "a todas las mujeres nos gustan los piropos (...) por más que estén acompañados de una grosería como qué buen culo tenés"...
Mientras las tareas domésticas y el cuidado de los hijos y los mayores sigan recayendo en su mayoría sobre nosotras, nos estresen y nos frustren, y ni siquiera se los reconozca como trabajo...
Mientras las tareas domésticas y el cuidado de los hijos y los mayores sigan recayendo en su mayoría sobre nosotras, nos estresen y nos frustren, y ni siquiera se los reconozca como trabajo...
Mientras las empresas sigan pretendiendo banalizar nuestra lucha ofreciendo en marzo promociones, descuentos y regalitos, como si una vez al año se nos "premiara" por haber nacido mujeres y el consumo de ropa, de maquillaje y de productos de belleza no fuera otro recurso del patriarcado capitalista para hacernos sentir mal con quienes somos y seguir sometiéndonos bajo su yugo...
Mientras las mujeres trans y las homosexuales deban seguir soportando las peores formas de maltrato y de discriminación...
Hay que seguir insistiendo.
Hay que seguir marchando.
Reconozco que a veces me hace ruido conciliar mi faceta feminista con mi maternidad. Este último es un rol que tantas mujeres aún hoy asumen forzadas, sin deseo, por presiones sociales, por mandatos...
Como mamá, me encantaría decir "yo paro", pero no puedo dejar de hacer mis actividades todo el día (menos dar la teta cuando es el único alimento de mi bebé). Y aún así, tengo que seguir siendo feminista y tengo que expresarme, al menos por este medio.
Tengo que hacerlo porque quiero que mi hija pueda irse de viaje sola a cualquier parte del mundo, sin preocuparse de si va a volver o no. Quiero que pueda salir a la calle vestida como se le dé la gana, o tomar sol en topless si le gusta. Quiero que pueda trabajar en cualquier profesión, donde le paguen basándose en su capacidad y no en su género. Quiero que jamás una pareja le levante la mano, pero que si lo llega a sufrir pueda romperle el brazo con una patada de tae kwon do y llevarlo arrastrándose hasta la comisaría más cercana sabiendo que no va a salir libre esa misma noche, ni por muchas otras noches. Quiero que, si algún día es madre ella también, lo sea por deseo y no por imposición.
Quiero que mi hijo pueda jugar con muñecas o disfrazarse de Elsa de Frozen si tiene ganas. Que pueda llorar si está triste o abrazar y dar besos a su papá y a sus amigos sin que se le cuestione su orientación sexual (y que se le respete su orientación sea cual sea, de paso). Quiero que tenga amigas mujeres y que no esté tratando de seducirlas, sino de aprender de ellas. Quiero que, si algún día tiene una pareja, la considere un igual, no alguien a quien proteger ni a quien mandar.
Quiero que ambos crezcan en un mundo donde esta fecha se recuerde la lucha de tantas mujeres que nos precedieron, sí, pero ya no sea necesario reclamar nada.
Mientras tanto, hay que seguir insistiendo.
Hay que seguir marchando.
Tengo que hacerlo porque quiero que mi hija pueda irse de viaje sola a cualquier parte del mundo, sin preocuparse de si va a volver o no. Quiero que pueda salir a la calle vestida como se le dé la gana, o tomar sol en topless si le gusta. Quiero que pueda trabajar en cualquier profesión, donde le paguen basándose en su capacidad y no en su género. Quiero que jamás una pareja le levante la mano, pero que si lo llega a sufrir pueda romperle el brazo con una patada de tae kwon do y llevarlo arrastrándose hasta la comisaría más cercana sabiendo que no va a salir libre esa misma noche, ni por muchas otras noches. Quiero que, si algún día es madre ella también, lo sea por deseo y no por imposición.
Quiero que mi hijo pueda jugar con muñecas o disfrazarse de Elsa de Frozen si tiene ganas. Que pueda llorar si está triste o abrazar y dar besos a su papá y a sus amigos sin que se le cuestione su orientación sexual (y que se le respete su orientación sea cual sea, de paso). Quiero que tenga amigas mujeres y que no esté tratando de seducirlas, sino de aprender de ellas. Quiero que, si algún día tiene una pareja, la considere un igual, no alguien a quien proteger ni a quien mandar.
Quiero que ambos crezcan en un mundo donde esta fecha se recuerde la lucha de tantas mujeres que nos precedieron, sí, pero ya no sea necesario reclamar nada.
Mientras tanto, hay que seguir insistiendo.
Hay que seguir marchando.
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