Hace varios meses que este blog de maternidad quedó entre paréntesis (no, claro que en la maternidad no hay paréntesis, pero en la escritura...). Y yo ni siquiera diría que me he tomado un tiempo sin escribir. Que no publique acá no quiere decir que no esté escribiendo, así como no significa que no esté maternando como antes.
Lo cierto es que estoy escribiendo más que nunca. En paralelo a mi tarea docente sigo dedicándome a la redacción freelance que también me lleva bastante tiempo. Es un trabajo que he logrado armarme por mis propios medios, que me divierte y al que le dedico mis tardes, que nos lleva de vacaciones a toda la familia o nos permite darnos algunos pequeños gustos. Pero que no me llena, digamos, espiritualmente hablando. Conversando con uno de mis amigos hace unos días le contaba que me siento como un músico sesionista, que sigue partituras a primera vista, que ejecuta con destreza su instrumento y que logra interpretar lo que le piden. Pero que extraño improvisar, tocar mis piezas favoritas y, sobre todo, componer. Desde hace años tenía ganas de retomar la escritura creativa, y hace unos meses, con ayuda de la MasterClass de Neil Gaiman, de mis amigos -con varios de los cuales comparto el gusto por escribir- y, por qué no, de mi terapia, estoy comenzando a desarrollar un proyecto propio.
Por eso vengo menos por acá. No quiere decir que se terminen mis historias de MamiReloaded. Mis hijos siguen creciendo, mi maternidad sigue cambiando constantemente. Pero así como mis hijos están lo suficientemente grandes como para jugar solos algunos ratos y hacer planes con abuelos o compañeritos de escuela, también yo como madre me siento un poco más segura, no me aterro tanto con cada enfermedad ni con cada nuevo desafío, soporto con entereza (y algo de maquillaje) las ocasionales noches de insomnio, he recuperado algunas salidas a solas con PapiReloaded y los buenos ratos en compañía de mis amigos, y también me puedo permitir más espacios propios (incluso con los chicos acá al lado mío mientras tecleo) al no estar cien por ciento del tiempo pendiente de ellos, ni de mi propio yo-madre. Puedo encontrarme con mi yo, a secas. Y darle voz a mi yo-escritora. Lo venía necesitando.