¿Para qué escribo? Para contar mi historia, una más entre tantas historias de madres, pero no una cualquiera porque es la que me toca. Para contactar madres o padres de la blogósfera, cual botella al mar. Para mantener mi escritura activa. Para registrar momentos mientras mis chiquitos crecen vertiginosamente rápido.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Ciertas frases también son violencia obstétrica

Es una de las formas más sutiles (pero crueles) de violencia de género. Y de las más cobardes también: la violencia hacia la mujer en su estado más vulnerable, cuando está a punto de parir a su bebé. El maltrato físico y/o verbal, la intimidación, la amenaza, el sometimiento, la presión para que acepte tal o cual procedimiento médico... Pasa tanto en los hospitales públicos como en las clínicas privadas más exclusivas. No debería existir, pero es bien real, y solo hace poco tiempo se comenzó a hablar al respecto. 
Bastante difícil la tenés durante tu trabajo de parto: al dolor intenso que experimentás durante las contracciones se suman la ansiedad por conocer a tu bebé y saber que está bien, los miedos propios a convertirte en madre y el cansancio y la fatiga por el gran esfuerzo físico que estás realizando, que es como correr una maratón o un poco más. Lo que menos necesitas es que el médico de turno te critique, te añada más temores o te haga sentir mal con vos misma.
Como muestra basta un botón. Acá van cinco comentarios que ningún obstetra debería pronunciar cerca de una parturienta en esos momentos:

“No grites” o la versión extrema "Pero callate la boca que me vas a dejar sorda, ¿querés?"
Parir es un momento que nos conecta con nuestro lado más instintivo y animal. Algunas mujeres controlan el dolor por determinadas técnicas de respiración, o con el Ommm de yoga, o cantando "Des-pa-cito", qué sé yo. Pero si lo que te nace de lo más hondo es aullar como una loba a la luna llena, deberías poder hacerlo con libertad: ni el médico ni nadie debería desconectarte de tus instintos más primarios.

“Ah, ¿Así que ahora te quejas?” o la versión extrema "Bien que cuando lo hiciste te encantó"
Creo que si llego a escuchar esto tienen que atarme a la camilla solo para que no le parta la cara de una trompada al desubicado/a (sí, porque parece que también lo dicen las mujeres). Estas frases soeces e irónicas que buscan contraponer el parto con el placer sexual forman parte de la violencia obstétrica machista más recalcitrante. Es cierto que las relaciones sexuales son gozosas y que parir es doloroso, y una cosa no tiene nada que ver con la otra. Este tipo de comentarios sexistas implican, por un lado, que únicamente llegamos a ser madres por “dejarnos llevar” durante el sexo y, por otro lado, que debemos ser bastante pelotudas tontas si no sabíamos que parir iba a dolernos.

“Tengo que aplicarte goteo”
O que hacerte una episiotomía. O una maniobra de Hamilton. O inyectarte la peridural. A no ser que la vida del bebé o la nuestra estén en riesgo, en un parto normal el médico no puede imponer ninguno de estos procedimientos sin explicarnos en qué consisten, cuáles son sus posibles riesgos y pedir nuestra autorización. Bueno, en teoría. En la práctica, creo que prácticamente todas somos víctimas de esa violencia. Ni siquiera la vivimos como violencia: yo no recuerdo que me hayan siquiera informado de que en mi primer parto me harían una episiotomía.


“No estás dilatando, te toca cesárea”
Frase típica de los médicos apurados por terminar su turno e irse a casa. La dilatación es un proceso que puede llevar muchas horas, y que no puede ser acelerada a voluntad. No hay por qué apurar el parto si tanto el bebé como la madre no corren riesgos. ¿Y para qué están, a fin de cuentas, los dichosos monitoreos? Para empeorarlo todo, el estrés al que nos someten este tipo de frases hace que, efectivamente, muchos de estos partos terminen en cesáreas que no hubieran sido necesarias.
En mi caso sí escuché una frase que otras mamás vinculan con la violencia obstétrica: "Si no sale por la puerta, tiene que salir por la ventana". Tal vez a mí no me afectó porque primero la partera -amorosa- que me tocó con Quiqui se encargó de explicarme los motivos (presencia de meconio en el líquido, y posible sufrimiento fetal). Me dijo que tal vez no hiciera falta si el parto se desencadenaba, pero que no podíamos darnos el lujo de esperarlo indefinidamente. Y por suerte, mi dilatación fue rápida y el expulsivo ni les cuento.

“Hacé lo que te digo o va a sufrirlo el bebé” y su versión extrema "¿Qué querés, terminar como Juanita Viale?" (1)
Pareciera ser que cuando una madre osa defender sus derechos a recibir un trato humanizado durante  el parto, uno de los recursos de los malos médicos es, lisa y llanamente, la amenaza. Amenazar con que algo malo va a ocurrirle al bebé si no nos quedamos calladitas y aceptamos sin chistar que nos apliquen oxitocina, que nos pongan un enema, que nos dejen acostadas con las patas atadas cuando todo lo que queremos es caminar o que nos hagan una cesárea. Este es uno de los peores maltratos psicológicos que puede sufrir una mujer. Y no deberíamos dejarlo pasar.

En mis partos puedo decir que fui afortunada y que sufrí poca -sino ninguna- violencia de este tipo. Sí me hubiera gustado recibir más información, o tal vez me la dieron, pero estaba tan ida por el dolor que no me acuerdo de nada. En la memoria guardo una sola frase de la médica que llevó mi embarazo que me dolió bastante en su momento: "No va a nacer por ahora, ese cuello [uterino] está horrible". Así, horrible. No "un poco cerrado", no "todavía muy firme", no "sin muestras de dilatación". Horrible. Así me sentí cuando la escuché. ¿Tengo razón? ¿O será que los embarazos nos ponen hipersensibles?


(1) Quienes leen el blog desde fuera de Argentina tal vez no conozcan este trágico caso de una actriz argentina que en 2011 intentaba tener un parto domiciliario, pero se le complicó y terminó dando a luz por cesárea a un bebito sin vida.

jueves, 3 de agosto de 2017

"Pero... ¿todavía das la teta???"


No solo comida: también son
la mejor almohada.
"¿Hasta cuándo va a tomar la teta ese chico?". No, todavía no me lo dice nadie (no a la cara, por lo menos). Mi bebé de nueve meses todavía es plenamente un bebé, nadie cuestiona que parte de su alimentación provenga de mis pechos. Sin embargo, sé que a muchas personas les choca más ver a niñitos de un año y medio, dos, tres o más prendidos a la teta de su mamá. Como si no fuera parte de la naturaleza, ¿no? Yo misma reconozco haber murmurado en más de una oportunidad: "peeero, si ya está grande, mejor comprale un helado...".
Hoy en día llevo muchas lecturas sobre lactancia como para saber que la opción de prolongarla hasta que el propio niñito lo decida es válida y saludable. Hasta la OMS dice que la lactancia materna debería prolongarse por dos o más años. Sin embargo, también sé que esa opción no es para mí. De a poquito, muy de a poquito, mucho más de a poquito que con mi primera bebita, estoy empezando a contemplar la posibilidad del destete. Todavía falta. Pero no tanto.
En el caso de Dani, ella tomó teta exclusiva solo hasta los dos meses. Me ponía muy ansiosa el hecho de que cada algunas semanas variara la producción, que ella pareciera quedarse con hambre. Recién en mi segunda maternidad aprendí de las crisis normales de crecimiento y no me desesperé más. Con mi primera hija, el pediatra me sugirió agregar un complemento para tranquilizarme a mí, no porque a Dani le hiciera falta. Y fue la mejor decisión, por más que me lo puedan criticar algunas fundamentalistas teteras: el hecho de saber que ya no dependía de mí al 100% fue lo que me permitió relajarme, continuar y entonces sí, disfrutar de dar el pecho. Dani pudo seguir tomando incluso cuando volví a trabajar, y así siguió -intercalando con mamadera y, desde los 6 meses, con comida- hasta unos días antes de su primer cumpleaños, cuando ella solita decidió que ya no iba más. Debe haber coincidido con estar cortando algún dientito, pero yo aproveché y dije "listo, ¿no querés? Ya está". Y así tuvimos nuestro destete, mutuo, del cual salimos super unidas y sin ningún tipo de trauma.
Tenía más pelo a las 9 horas que a los
9 meses, ahora que lo veo...
Con Quiqui la lactancia fue desde el principio muy fácil. Bueno, sí, hubo dolores y algún pezón agrietado los primeros días, pero sabiendo que se pasaba rápido no me importaron demasiado. Gracias a la pediatra que tenemos ahora me dejé llevar por la recomendación de dar el pecho a demanda, sin mirar el reloj, y pudimos entablar un ritmo enseguida. Y el gordo no necesitó ni una gota de leche de fórmula hasta los cinco meses, cuando empezó el jardín y no tuve ganas de estar peleándome con el exprimidor de teta sacaleche.
Quiqui ahora come lo que le dan, se sienta a la mesa con nosotros y hace payasadas con su hermanita mayor, disfruta desayunando tostadas con queso crema y comiendo trocitos de fruta con la mano. Prueba desde arándanos hasta panqueques de arveja, y si todavía no comió pescado es porque estoy vaga para cocinarlo. Aún así, la teta es LO MÁS para él. Me doy cuenta por su desesperación cuando vuelvo a encontrarlo después de que pase la mañana en el jardín maternal: es como si se saciara de mamá, de brazos, de amor, aunque no venga con hambre. 
También es un excelente recurso para dormirlo... o lo era, hasta hace un tiempito. En las últimas semanas lo vengo notando más alerta, no se relaja con tanta facilidad tomando el pecho. A veces, incluso de madrugada, toma un rato y después listo, no quiere más leche y ¡a jugar! Siento que está agotándose de a poco la magia. Últimamente, los superpoderes para dormir a Quiqui los tiene papá.
Por esto, porque está más grande, porque sueño con volver a dormir una noche de corrido de vez en cuando, porque me encantaría poder dejárselo por unas horas a los abuelos y salir al cine con mi marido, es que vengo pensando en que de acá a un tiempo iré destetándolo. Creo en un destete respetuoso, pero no eterno. Y así como la lactancia es fabulosa para el bebé porque tiene diez quintillones de beneficios, también estoy plenamente convencida de que ninguna mujer tiene que sentirse culpable por criar a su bebé con mamadera, ni mucho menos verse obligada a dar la teta si no quiere hacerlo. Tampoco yo.
Por ahora sigo queriéndolo. Por un tiempo más. A disfrutarlo mientras tanto, entonces.

¿Y ustedes, mamás? ¿Dan / dieron la teta? ¿Durante cuánto tiempo?