Con mis alumnos de 7º grado estamos leyendo fragmentos de Historias de Cronopios y de Famas, entre ellos el famoso manual de instrucciones que propone Cortázar. No es la primera vez que juego a emular a este escritor. Me divertí mucho acompañando a los chicos en clase y escribiendo yo también un texto de este estilo. Con una sonrisa y sin más pretensiones lo comparto con ustedes:
Es sabido por todos que los bebés duermen excelentemente bien en cualquier momento y lugar. Con la obvia salvedad de las horas de la noche y su propia cuna. Entonces, para persuadirlo, usted deberá emplear toda su astucia e inteligencia -que nunca serán mayores a las de ese enano maquiavélico que lo contempla a medianoche con los ojitos abiertos de par en par y una sonrisa aún desdentada.
Para dormir a su bebé, comience por ponerle un pañal limpio -que, indefectiblemente, se mojará y se filtrará despertando al infante en algún momento entre las 2:30 y las 5 de la madrugada, más allá de la bonita publicidad que asegura "noches de sueño de hasta 12 horas". Cuando termine de abrochar el pañal (cosa que requiere mínimo tres intentos) procure introducir al niño en una de esas condenadas prendas de vestir diseñadas para inducir el sueño, vulgarmente conocidas como "piyamita" y que solo consigue producir en el bebé un ataque de cosquillas en el mejor de los casos, y un brote severo de urticaria en el peor.
Con la luz apagada, proceda a alimentar al bebé, bien con su propio pecho -para lo cual usted debería a este punto ser mujer, preferentemente una madre o una nodriza-, bien con ese sustituto materno de material plástico conocido como mamadera, no confundir con un chupete pues es vox populi que este último "entretiene pero no alimenta".
El bebé satisfecho debería estar al menos adormilado. Momento en el cual usted aprovechará para colocarlo suavemente en la cuna, y salir con cuidado de la habitación. Por "cuidado" nos referimos que emule la manera en la que el mejor agente del escuadrón antibombas del FBI desactivaría un paquete sospechoso escrito con caracteres árabes. A este punto usted podría caer en la ingenuidad de creer cumplida la misión de dormir al niño, pero pronto esta tonta creencia será desmentida por un berrido de marrano procedente del otro lado de la puerta del cuarto. Prueba indefectible de que el chico se despertó, o de que nos estuvo tomando el pelo.
No lo deje llorar a no ser que quiera hacerse responsable por un severo trauma emocional en el futuro del niño. Tómelo en brazos, cántele, consuélelo, colóquelo una vez más en la cuna y vuelva a salir. Cuando lo escuche llorar otra vez, repita este procedimiento. Así, hasta que el bebé caiga rendido -o usted, lo que ocurra primero.
Ja ja muy bueno
ResponderBorrarGracias, un jueguito nomás.
ResponderBorrarJaja me encantó es exactamente lo que me pasa y siento cada noche
ResponderBorrarjajaj Me hiciste reir! tal cual! me pasa caaaada noche!
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