Como el principito se dormía, lo tomé en mis brazos y me puse nuevamente en camino. Me sentía emocionado llevando aquel frágil tesoro, y me parecía que nada más frágil había sobre la Tierra. Miraba a la luz de la luna aquella frente pálida, aquellos ojos cerrados, los cabellos agitados por el viento y me decía: “lo que veo es sólo la corteza; lo más importante es invisible…"
Como sus labios entreabiertos esbozaron una sonrisa, me dije: “Lo que más me emociona de este principito dormido es su fidelidad a una flor, es la imagen de la rosa que resplandece en él como la llama de una lámpara, incluso cuando duerme… ” Y lo sentí más frágil aún.
(Antoine de Saint Exupéry)
Quiero decir que creo que mis hijos son hermosos. No soy nada original, ¿qué madre no lo piensa? Dani es una belleza de nena con sus cachetes con hoyuelo, sus ojos color avellana y su flequillito rebelde. Quiqui, cuando nació, no me pareció particularmente lindo, pero con el correr de los meses se ha convertido en uno de esos bebés de publicidad de pañales. Me paran por la calle para admirarlo varias veces al día. Y cuando lo ven sonreír, se desviven en elogios.
Lo que más me emociona de mi princesa mayor es su picardía, su curiosidad, sus maneras de demostrarme una y otra vez todo lo que me quiere. Su amor por los animales y por las plantas, su energía inagotable que la lleva a correr, saltar, patinar, caerse y levantarse una y otra vez. Su manito agarrada a la mía cuando hay que cruzar la calle. Sus preguntas sobre la vida, la naturaleza, la muerte, el paso del tiempo, el futuro y el pasado. Su complicidad con el papá, cómo se convierte en su debilidad y logra hacerlo bailar o cantar con ella, cosas que rara vez he logrado yo con él. Su risa fresca y espontánea. Su capacidad para ponerse triste y emocionarse con películas, que me hace acordar tanto a mí...
Lo que más me emociona de mi principito menor es su alegría casi permanente. Su mirada de asombro ante un juguete con luces, un pajarito que pasa volando o una música determinada. Su necesidad constante de cariño, besos, abrazos, caricias, contacto físico. Cómo se queda dormido a mi lado, acurrucadito. Sus ojitos cerrándose lentamente mientras toma la teta. El gesto de su manito alzándose para tocarme la cara. Las pataditas de entusiasmo que pega al aire cuando ve que su papá o yo lo vamos a alzar en brazos. Sus carcajadas cristalinas. Sus expresiones, tan claras, de enojo cuando algo no le sale bien. Sus ganas de crecer y de hacer todo lo que hace su admirada hermana mayor...
Lo leí en un libro muy bello cuando era chica, un libro que ahora trabajo con mis alumnos año tras año. Y lo descubro día a día junto a mis hijos, me apropio de la frase como si fuera una verdad recién descubierta por mí: y es que lo esencial es, sin dudas, invisible a los ojos.
Hermosas tus palabras Mariana, no se si todos pueden sentirlas tambien. Como mama de una adolescente me hiciste regresar a los primeros añitos de Lara, que fueron asi, tal cual lo describis, esta hermosa etapa que hoy les toca vivir con Javier y que tienen la fortuna de transitar juntos mas alla de las adversidades que van surgiendo, vivanla a pleno, porque cada cumpleañitos, cada evento en el jardin, cada paseo con el chiquitin, no vuelven mas y no se pueden recuperar. De corazon te siento tan madraza y comprometida con tu familia que no puedo mas que felicitarte por tu gran trabajo que no es nada facil y por esa chispita que tenes especial para con tus niños que sera la luz que los guiara por siempre. Te felicito!
ResponderBorrarMuchas gracias, Marce! No siempre una tiene la disponibilidad emocional y espiritual para disfrutarlos, pero hay que hacerlo más seguido.
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