Es una de las formas más sutiles (pero crueles) de violencia de género. Y de las más cobardes también: la violencia hacia la mujer en su estado más vulnerable, cuando está a punto de parir a su bebé. El maltrato físico y/o verbal, la intimidación, la amenaza, el sometimiento, la presión para que acepte tal o cual procedimiento médico... Pasa tanto en los hospitales públicos como en las clínicas privadas más exclusivas. No debería existir, pero es bien real, y solo hace poco tiempo se comenzó a hablar al respecto.
Bastante difícil la tenés
durante tu trabajo de parto: al dolor intenso
que experimentás durante las contracciones se suman la ansiedad por conocer a
tu bebé y saber que está bien, los miedos propios a convertirte en madre y el
cansancio y la fatiga por el gran esfuerzo físico que estás realizando, que es como correr una maratón o un poco más. Lo que
menos necesitas es que el médico de turno te critique, te añada más temores o te
haga sentir mal con vos misma.
Como muestra basta un botón. Acá van cinco comentarios que ningún obstetra debería pronunciar cerca de una parturienta en esos momentos:
Como muestra basta un botón. Acá van cinco comentarios que ningún obstetra debería pronunciar cerca de una parturienta en esos momentos:
“No grites” o la versión extrema "Pero callate la boca que me vas a dejar sorda, ¿querés?"
Parir es un momento que nos
conecta con nuestro lado más instintivo y animal. Algunas mujeres controlan el
dolor por determinadas técnicas de respiración, o con el Ommm de yoga, o cantando "Des-pa-cito", qué sé yo. Pero si lo que te nace de lo más hondo es aullar como una loba a la luna llena, deberías poder hacerlo con
libertad: ni el médico ni nadie debería desconectarte de tus instintos más
primarios.
“Ah, ¿Así que ahora te quejas?” o la versión extrema "Bien que cuando lo hiciste te encantó"
Creo que si llego a escuchar esto tienen que atarme a la camilla solo para que no le parta la cara de una trompada al desubicado/a (sí, porque parece que también lo dicen las mujeres). Estas frases soeces e irónicas que buscan contraponer el parto
con el placer sexual forman parte de la violencia obstétrica machista más recalcitrante. Es cierto que
las relaciones sexuales son gozosas y que parir es doloroso, y una cosa no tiene
nada que ver con la otra. Este tipo de comentarios sexistas implican, por un
lado, que únicamente llegamos a ser madres por “dejarnos llevar” durante el
sexo y, por otro lado, que debemos ser bastante pelotudas tontas si no sabíamos que parir
iba a dolernos.
“Tengo que aplicarte goteo”
O que hacerte una episiotomía. O
una maniobra de Hamilton. O inyectarte la peridural. A no ser que la vida del bebé o la nuestra estén en riesgo, en un parto normal el médico no puede imponer ninguno de
estos procedimientos sin explicarnos en qué consisten, cuáles son sus
posibles riesgos y pedir nuestra autorización. Bueno, en teoría. En la práctica, creo que prácticamente todas somos víctimas de esa violencia. Ni siquiera la vivimos como violencia: yo no recuerdo que me hayan siquiera informado de que en mi primer parto me harían una episiotomía.
“No estás dilatando, te toca cesárea”
Frase típica de los médicos
apurados por terminar su turno e irse a casa. La dilatación es un proceso que
puede llevar muchas horas, y que no puede ser acelerada a voluntad. No hay por qué apurar el parto si tanto el bebé como la madre no corren
riesgos. ¿Y para qué están, a fin de cuentas, los dichosos monitoreos? Para empeorarlo todo, el estrés al que nos someten este tipo de frases hace que,
efectivamente, muchos de estos partos terminen
en cesáreas que no hubieran sido necesarias.
En mi caso sí escuché una frase que otras mamás vinculan con la violencia obstétrica: "Si no sale por la puerta, tiene que salir por la ventana". Tal vez a mí no me afectó porque primero la partera -amorosa- que me tocó con Quiqui se encargó de explicarme los motivos (presencia de meconio en el líquido, y posible sufrimiento fetal). Me dijo que tal vez no hiciera falta si el parto se desencadenaba, pero que no podíamos darnos el lujo de esperarlo indefinidamente. Y por suerte, mi dilatación fue rápida y el expulsivo ni les cuento.
En mi caso sí escuché una frase que otras mamás vinculan con la violencia obstétrica: "Si no sale por la puerta, tiene que salir por la ventana". Tal vez a mí no me afectó porque primero la partera -amorosa- que me tocó con Quiqui se encargó de explicarme los motivos (presencia de meconio en el líquido, y posible sufrimiento fetal). Me dijo que tal vez no hiciera falta si el parto se desencadenaba, pero que no podíamos darnos el lujo de esperarlo indefinidamente. Y por suerte, mi dilatación fue rápida y el expulsivo ni les cuento.
“Hacé lo que te digo o va a sufrirlo el bebé” y su versión extrema "¿Qué querés, terminar como Juanita Viale?" (1)
Pareciera ser que cuando una madre osa defender sus
derechos a recibir un trato humanizado durante el parto,
uno de los recursos de los malos médicos es, lisa y llanamente, la amenaza. Amenazar con que algo malo va a ocurrirle
al bebé si no nos quedamos calladitas y aceptamos sin chistar que nos
apliquen oxitocina, que nos pongan un enema, que nos dejen acostadas con las patas atadas cuando todo lo que queremos es caminar o que nos hagan una cesárea. Este
es uno de los peores maltratos psicológicos que puede sufrir una mujer. Y no deberíamos dejarlo pasar.
En mis partos puedo decir que fui afortunada y que sufrí poca -sino ninguna- violencia de este tipo. Sí me hubiera gustado recibir más información, o tal vez me la dieron, pero estaba tan ida por el dolor que no me acuerdo de nada. En la memoria guardo una sola frase de la médica que llevó mi embarazo que me dolió bastante en su momento: "No va a nacer por ahora, ese cuello [uterino] está horrible". Así, horrible. No "un poco cerrado", no "todavía muy firme", no "sin muestras de dilatación". Horrible. Así me sentí cuando la escuché. ¿Tengo razón? ¿O será que los embarazos nos ponen hipersensibles?
(1) Quienes leen el blog desde fuera de Argentina tal vez no conozcan este trágico caso de una actriz argentina que en 2011 intentaba tener un parto domiciliario, pero se le complicó y terminó dando a luz por cesárea a un bebito sin vida.
En mis partos puedo decir que fui afortunada y que sufrí poca -sino ninguna- violencia de este tipo. Sí me hubiera gustado recibir más información, o tal vez me la dieron, pero estaba tan ida por el dolor que no me acuerdo de nada. En la memoria guardo una sola frase de la médica que llevó mi embarazo que me dolió bastante en su momento: "No va a nacer por ahora, ese cuello [uterino] está horrible". Así, horrible. No "un poco cerrado", no "todavía muy firme", no "sin muestras de dilatación". Horrible. Así me sentí cuando la escuché. ¿Tengo razón? ¿O será que los embarazos nos ponen hipersensibles?
(1) Quienes leen el blog desde fuera de Argentina tal vez no conozcan este trágico caso de una actriz argentina que en 2011 intentaba tener un parto domiciliario, pero se le complicó y terminó dando a luz por cesárea a un bebito sin vida.
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